Tres años de intermitencias

Querido blog:

Creo que esta carta resulta más extraña para mi que para ti, pero espero dejar rápidamente de lado esta incomodidad inicial pidiéndote una sincera disculpa. He de admitir que otras veces consideré seriamente terminar con este ciclo de publicar sin mucho rumbo: a veces siguiendo la estela poco brillante de otros «creadores de contenido» – por llamarlos de alguna forma -, otras procurando buscar otro punto de vista mediante análisis que actualmente se me antojan faltos de revisiones o criterio suficiente. El punto final es una salida fácil a los quebraderos de cabeza que tengo ante tu interfaz, los borradores ininteligibles y las largas listas de tareas o entradas que tanto prometí concluír, lo sé. A su vez, espero que sepas que mi arrepentimiento no es total, pues siempre que volví a teclear era por un impulso genuino, esas ganas irrefrenables de volcar mis pensamientos como se pueda. Apenas se asomaba un «qué pereza seguir el blog», me detuve, siempre. Así que jamás podrás tacharme de poco comprometida con lo que tienes. Una de cal y una de arena.

Lo cierto es que mi extraña relación contigo es porque supones un espejo. Revisitar las entradas es enfrentarme a distintos momentos de mi pasado, donde las fallas claramente se notan. Sé que es absurdo cuestionarme con mis aprendizajes del presente, pero no sabía por donde continuar partiendo de lo que existe aquí. Tanto intersicio me hizo pensar una y otra vez qué voy a hacer.

Desde que este funesto año pandémico nos obligó a confinarnos, revisaba mis asuntos blogueriles pendientes prácticamente a diario. Es más, incluso volví a ver dos veces La tumba de las luciérnagas para retomar de una vez alguna sección, con todo el sacudón emocional que causa a todo el que la ve. Indefectiblemente el enfoque y mis intereses cambiaron en estos tres años, por lo que se me hace costoso volver a un formato idéntico al de hace dos años, por más que lo intente.

Cierro el «drama» blanqueando el punto de todo esto: escribir de forma genuina en Internet es intricado. No se trata de un misterio sin resolver, es más bien una conclusión a medias que sí o sí tenía que explicitar. Los derroteros tipificados van desde un cinismo snob que nos deleita por hacernos sentir más inteligentes que un medio y sus productos, el hiper-subjetivismo con una intimidad construída, el academicismo que no presenta aperturas o – y sí – el registro continuo y copioso de miles de miles de fans o detractores. Es inevitable caer en alguno cada vez, sin darnos cuenta o de forma plenamente deliberada, y en esa consciencia se basaron mis disgustos a la hora de sentarme a definir el recorrido pasado y venidero de Vorágine de Palabras.

En resumen, querido blog y estimadísimos lectores, mi única certeza es que no le perdí el gusto a llenar este espacio con florituras que buscan dialogar con series, películas y otras hierbas de la cultura pop. A pesar de todos mis titubeos, siento que es hora de volver a poner en marcha – quarter-life crisis de por medio – esta nave varada. ¿Tanta cháchara y palabrerío para decir eso, Fae? – dirá prácticamente cualquiera que gastó su tiempo en leer hasta acá. A lo que sólo puedo responder: si no puedo ser mínimamente arbitraria aquí, ¿dónde más? No me gusta aparecer de la nada, para luego desaparecer de la misma forma, como ya se volvió el modus operandi a estas alturas. Será diferente (espero) en muchos aspectos, pero esto no deja de ser una bitácora. Dudo que las entradas dejen de ser esporádicas, no quiero sucumbir al mandato de subir cosas de manera forzada, así el resultado me dejará satisfecha más tiempo y al menos más contentos a los que se interesen con las líneas tan premeditadas. Corto una cinta invisible a modo de reinauguración de este predio intangible. ¡Buenas de nuevo vorágine de hiatus! Volveremos después de una pausa, cuando termine de desempolvar notas y párrafos abandonados.

The perks of being a wallflower de Stephen Chbosky (2012). Summit Entertainment

Homecoming: repaso por el 2019

A veces por economía de palabras y para servir a los propósitos del título es necesario utilizar expresiones en otros idiomas. Bien podría haber escrito comeback y estaríamos en la misma (me limito al inglés por desconocimiento de todo lo demás). Pero temas idiomáticos aparte; así es queridos lectores, he regresado y espero que para quedarme aunque sea durante la primera parte del año, que luego inicia el ciclo académico y todo se vuelve más incierto para este espacio virtual.

Lo cierto es que el 2019 ha sido un año muy movido en lo personal y de bastante crecimiento, que tristemente me mantuvieron alejada de los borradores y el bloc de notas donde desarrollo las ideas para entradas. Más allá de eso, poca queja tengo con respecto al pasado año, que transcurrió entre apuntes de la facultad, viajes, reencuentros y una nueva integrante de la familia:

Todo ello no ha impedido que disfrutara de ficciones, si bien menos que de costumbre, dignas de ser mencionadas antes de pasar de página y llevar a cabo mis proyectos para el recién llegado 2020.

Sin lugar a dudas la serie que más me ha enganchado fue la producción de Starz Outlander. Basada en la saga de libros homónima de Diana Gabaldon, la trama nos sitúa en la Escocia del siglo XVIII de la mano de Claire, una enfermera inglesa que por accidente viaja en el tiempo apenas finaliza la Segunda Guerra Mundial y que tendrá que adaptarse a una cultura y un contexto adverso.

Con el estreno a principios de año de su cuarta temporada, Netflix (que distribuye la serie en Latinoamérica) incorporó la tercera a su catálogo, por lo que no aún no pude disfrutar de la obra completa. Las tres temporadas vistas marcan un recorrido algo irregular en el ritmo de un romance atrapante en un momento en el que el drama histórico está en auge. Más allá del éxito de este género, en tiempos donde el lugar de la mujer en la pantalla está bajo constante escrutinio, ambientar series en el pasado resulta un desafío: entre la apropiada representación de los roles de género en la época y las exigencias por más profundidad y protagonismo de personajes femeninos es difícil conseguir un equilibrio en una industria manejada principalmente por hombres. ¿Sale Outlander airoso de este reto? No, tiene inconsistencias en el manejo del romance, la violencia y el abuso que a veces rozan el límite de lo gratuito (no olvidemos que los libros comenzaron a publicarse en los años noventa). Sin embargo, desde el 2014 supone cierto soplo de aire fresco contando con una protagonista con carácter y voz cantante. Se destaca particularmente la primera temporada, la más larga y mi preferida dado que se desarrolla totalmente en Escocia como por la mano visible de Ronald D. Moore (Battlestar Galactica). Muy recomendada para los fans del romance y el drama histórico, aunque puede defraudar lo melosa que puede ser y el carácter explícito de varias escenas.

Por otra parte, a mediados de año la misma plataforma sacó las terceras temporadas de sus producciones más exitosas hasta la fecha: Stranger Things y 13 Reasons Why. Ambas dejan un buen sabor de boca. La muy esperada continuación de la serie de los hermanos Duffer ha defraudado a algunos pero en líneas generales resulta divertida y ágil, introduce nuevos personajes entrañables y las referencias en este caso son empleadas con bastante sentido del humor. Lo único que no me agradó es el arco que le dan a Will, pero espero que la anunciada cuarta entrega le haga justicia. Ciertamente no es la mejor de las temporadas pero no lo pretende, sabe que los que seguimos estamos por los personajes y por ello nos deja con ese tremendo cliffhanger, dejando de lado el elemento sci-fi.

 

En el caso de 13 reasons…, esta última entrega supone una redención necesaria para la historia y los personajes luego de una infame segunda temporada que casi tira por tierra los logros de la primera. Se va más al thriller adolescente, aunque el misterio es algo predecible y algunas historias no interesan. El cierre que le dan deja mejor parada a la serie en conjunto, pero con la noticia de una cuarta parte a estrenar no se sabe qué tanto pueden arruinar o mejorar a este show ya bastante gastado.

Poco que decir en cuanto a la animación japonesa. Si leyeron mis comentarios de la temporada de invierno ya saben prácticamente todo lo que vi, con la excepción de Fruits Basket 1st season. Quizá le dedique un comentario en una entrada aparte, aunque los que me siguen en Twitter ya han aguantado bastante mi cantinela con este anime.

Screenshot_2020-01-18 Watched in 2019
Ranking de pelis vistas en el año (vía Letterboxd)

En comparación con el 2018, he visto la mitad de películas, y no todas de la mejor calidad precisamente. Las dos primeras se han quedado en mi memoria por sus atmósferas tan envolventes y sus encantos particulares (rizando el rizo, mi primer visionado de Blade Runner fue en noviembre de 2019 y el de Kiki: entregas a domicilio en su 30° aniversario). De la 3 a la 6 me gustaron bastante, con momentos destacados y un tono en general logrado, pero con ciertos aspectos que me impiden incluirlas en la crème de la crème. El resto tienen ciertos méritos (algunas más que otras, por supuesto) pero se quedan en eso. Nada atroz o terrible, a pesar de que nunca voy a recuperar el tiempo que perdí viendo Antes de ti.


Aunque me la he pasado leyendo, el pasado 2019 estuvo copado de libros académicos. Poca ficción he podido colar en los descansos del estudio, pero sin lugar a dudas me quedo con el descubrimiento de dos narradores de la región que me dejan con ganas de seguir conociendo su trabajo. (Más impresiones sobre estas novelas en Goodreads)

Por un lado, la autora argentina de literatura juvenil Liliana Bodoc, que nos dejó hace un par de años y cuya trilogía La saga de los confines es aún aclamada como una joya del género fantástico. Comencé con una obra seguramente menor, un relato corto ambientado en el Virreinato del Río de la Plata titulado El rastro de la canela. La historia es bastante normalita y los personajes no destacan demasiado, pero la prosa de Bodoc me ha encantado y realmente enaltece lo contado. Es una rápida lectura que entretiene y genera interés por la pluma detrás.

Luego está Mario Benedetti. El uruguayo es uno de los más queridos escritores en español del siglo pasado, pero su obra me pasó inadvertida hasta que un amigo me prestó La borra del café, una novela compuesta por breves capítulos cuyo hilo conductor es el crecimiento de su protagonista Claudio y todas las peripecias que vive y que forman parte del paso a la adultez. Bella, graciosa y nostálgica – con evidentes tintes autobiográficos y una curiosa narración que oscila de la primera a tercera persona – resultó una agradable sorpresa.


Con toda esta entrada a modo de pequeño resumen del 2019, sólo me queda desearles de manera atrasada un próspero 2020, concretamente a los blogueros cuyos espacios no puedo dejar de leer y que me inspiran para continuar con este pequeño proyecto. Hay una ingente cantidad de borradores e ideas que quiero publicar, así que toca ponerme manos a la obra. Nos leemos en los comentarios y en la próxima.

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El desfile de las brujitas de Trigger

¡Qué sería de Halloween sin las brujas! Desde la malvada bruja del oeste hasta las jocosas de Hocus Pocus, la cultura pop ha producido tantas versiones que sería imposible abarcarlas todas en menos de un mes. Por la pantalla pasaron las verrugas, diferentes colores de piel, narices puntiagudas, ropa de moda, sombreros en punta, accesorios peculiares y hechizos de nomenclaturas extravagantes. Tanta variedad obliga a elegir, y aproveché la oportunidad para traer algo del país del Sol Naciente.

Como no tengo mucho tiempo para comentar una serie, opté por volver a las jóvenes brujas de Luna Nova. Con una premisa que bebe directamente de Harry Potter y muchas referencias a producciones occidentales, la franquicia de Little Witch Academia ha adquirido cierta popularidad desde el estreno de su primer OVA en el 2013. Para mí tiene todas las papeletas como para volverse un icóno de la Víspera de Todos los Santos, así que le dejo su merecido lugar en este especial.


     2015 | Aventura, fantasía, comedia | Trigger | 53 min.

Por liarla siempre en clases, Akko, Lotte  Sucy deberán organizar un desfile junto con otras «delincuentes» en representación de la Academia de Magia Luna Nova en una ciudad cercana si no quieren ser expulsadas. Cuando descubra que la ceremonia consiste en humillar a las brujas retomando antiguas tradiciones, Akko decide modificar la celebración para demostrarle a los humanos que la magia es moderna y maravillosa.

Si nunca vieron las aventuras de Akko y compañía, recomiendo comenzar por este mediometraje. Quizá muchos no estén de acuerdo, después de todo el desencadenante de tanto hype fue el mencionado cortometraje dos años anterior. Y es cierto que este último es atractivo, presenta de maravilla a nuestra protagonista y genera interés sobre el mundo en el que suceden los acontecimientos. Pero considero que Enchanted Parade es una síntesis de todo lo que caracteriza a este universo: la comedia visual ágil, la energía de sus personajes, lo irritable que puede a llegar a ser la principal, los secundarios adorables y las excentricidades simpáticas con las que se encuentran. No nos deja maravillados como su antecesor o ciertos momentos del programa de TV, carece de las escenas dentro del colegio más relajadas y aún así en menos de una hora es capaz de resumir todo lo que Little Witch Academia supone. Si luego de darle una oportunidad no te convence, entonces es poco probable que te enganchen las otras entregas.

La historia es lo más predecible que puede haber dentro del entretenimiento familiar. El grupo que se pelea, un personaje egoísta que eventualmente admite su error, el evento que tiene un giro «»»inesperado»»» (nótense las comillas) y que de todas formas termina bien, etc. De manual, queridos lectores. Pero lo cierto es que me cuesta exigirle algo más elaborado a esta producción de Trigger, porque no pretende ser más compleja en ningún momento. Es una comedia para todo público, cargada de elementos que hemos visto en más de una ocasión; y gracias a ellos nos sentimos como niños otra vez con este especial.

Además, hay que admitir que dentro de la franquicia tiene grandes aciertos que a veces incluso la dejan mejor parada que a su OVA predecesor y el show de TV posterior. Aquí nos introducen a Amanda, Constanze y Jasminka, que suman comedia y dinamizan cada escena en la que aparecen con sus personalidades distintivas (a pesar de que rozan el arquetipo estricto). Nuevamente tenemos a Diana Cavendish monitoreando los delirios de Akko y a la profesora Úrsula atenta, procurando que el desfile tan espectacular que quiere hacer nuestra protagonista salga bien. Podría decir que de todo lo que se ha visto de Little Witch Academia hasta el momento en este especial es donde la aparición y relación entre los personajes está más balanceada, apareciendo todas en su justa medida.

En esta cinta que no llega a la hora de duración, Trigger continúa su estilo ligado a la épica del mecha: el clímax toma bastante de las batallas finales de los mismos, con trajes, armaduras, y artefactos cada vez más grandiosos y poderosos, compitiendo a ver cuál se lleva la escena más bombástica de todas. En líneas generales el apartado visual de esta producción destaca y deslumbra con secuencias de animación ágiles, fluidas, aprovechando el movimiento del vuelo en escoba, empleando ángulos interesantes. Cada personaje se mueve de una manera reconocible acorde a su carácter, cosa que no es muy común en la animación japonesa fuera de las salas de cine.

Little Witch Academia: the Enchanted Parade, como decía anteriormente, es la mejor introducción posible al universo de las brujas de Luna Nova, así como un espectáculo perfecto para la ocasión, con un clímax sumamente entretenido y una propuesta visual atractiva y lúdica. Me estoy dando cuenta de que me encuentro volviendo seguido a este mundo, y con el encanto de su narrativa no es de extrañar.

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Maratón DreamWorks 12: «Wallace y Gromit: La Maldición de las Verduras».

¡Buenas, buenas! Estoy de regreso en mi querida y abandonada bitácora, espero sepan disculpar el estado de letargo en el que quedó este blog en lo que va de año. Muero de ganas de que lleguen las vacaciones para retomar todos los borradores que están aguardando a ser publicados, pero no es momento de adelantarnos. Ha llegado octubre, y eso sólo puede significar una cosa: ¡Halloween! Se viene la noche más terrorífica del año, y en Vorágine de Palabras nos dedicamos a hablar de ficciones que podemos disfrutar los más asustadizos sin perdernos el clima de esta fiesta. Desde pequeña adoro ver películas cargadas de la imaginería de noche de brujas, pero ante cualquier jumpscare medio facilón ya me quedo perturbada al punto de ser incapaz de conciliar el sueño.

Esta sección comenzó enfocada en la animación, y aunque la idea es eventualmente incorporar también live-action, esta Vorágine de Halloween 2019 se queda en los dibujos en movimiento, ya que la edición del año pasado quedó truncada, pudiendo sólo recomendar un mediometraje. De hecho, ya que estamos, ¿qué tal si matamos dos pájaros de un tiro y también recuperamos otro especial de este blog? En efecto, señoras y señores, esta entrada es además la continuación de la lentísima Maratón DreamWorks. Aprovecho la ocasión porque el siguiente largometraje que toca es ideal para ver este mes. Sin más dilación, ¡comencemos con el especial!


Si bien está claro que no soy muy seguidora de esta transición de DreamWorks a la comedia pura, sigo reconociendo que es un estudio que da oportunidad a la variedad. Podemos tener una cinta plagada de humor referencial y celebrities como viene siendo la norma, pero también dan lugar a ideas ciertamente peculiares y personajes que, aunque no acostumbramos a ver en el cine familiar, se vuelven íconos muy queridos. En la maratón ya hemos comentado algunos, pero todavía nos quedan bastantes por conocer.

El caso que hoy nos ocupa, en cambio, es otro tipo de film. Wallace y Gromit ya habían demostrado en cortometrajes estrenados en los años 90 que son uno de los dúos más adorables de la animación. Con un par de Óscars encima y tras el éxito de Chicken Run, Katzenberg le pidió a Nick Park y su equipo de Aardman otra colaboración; esta vez trayendo a la gran pantalla a sus dos personajes más reconocidos. No sólo ganó un premio de la Academia (el único de la productora hasta la fecha aparte de Shrek), sino que extendió la popularidad de los personajes al público general.

2005 | Aventura, comedia, animada | 1h 25min | Nick Park, Steve Box | ★★★

En esta oportunidad, Wallace y Gromit son controladores de plagas de conejos en el pueblo, y están cargados de trabajo, pues se acerca la competición anual de verduras y todo el vecindario quiere asegurarse de mantener a salvo sus cultivos. Sin embargo, sus métodos pacíficos serán cuestionados cuando aceche el misterioso hombre-conejo, y Lord Quatermaine quiera resolverlo recurriendo a las armas. Gromit no tardará en darse cuenta de que tal vez las locas invenciones de Wallace hayan vuelto a generar caos, y le tocará una vez más resolverlo.

La premisa es bastante absurda, y las situaciones en las que se ven enfrascados los protagonistas son propias de la excentricidad de la comedia inglesa. Particularmente los habitantes del pueblo tienen líneas y momentos bastante graciosos, con muchos momentos de homenaje burlón a los clichés del cine de terror. Los propios directores calificaron a la cinta como la «primera película de horror vegetariana del mundo», y ciertamente esa afirmación ya sintetiza la película.

giphyCabe aclarar que la carga irónica se conjuga con la dinámica inocente del dúo protagonista. El carisma y carácter torpe de Wallace se complementa con las expresiones de exasperación y la resolución de Gromit, en donde el perro es el que se encarga de resolver los desastres del humano. Con un humor que surge de los silencios y los pequeños gestos, haciendo que la película no peque en ningún momento de grandilocuente, sin perder su personalidad en el camino.

Qué decir de la animación (¡la animación!). En una época en la que el CGI y el 3D dominan las salas de cine las producciones como esta suponen un soplo de aire fresco. Esta cinta tomó cinco años en hacerse, iniciando Aardman el proceso de creación justo después de finalizar su anterior colaboración con DreamWorks: Chicken Run (2000). Realmente se nota el esmero y trabajo en un resultado impecable, donde el movimiento favorece a la caracterización de los personajes y los gags.

A pesar del buen rato que se pasa viendo la película, dista de ser un trabajo redondo ysource pulido. La trama resulta bastante predecible, los personajes secundarios no son tan entretenidos y por ello quizás debería haber tenido menos duración. Problemas similares a los que tuvo la cinta anterior ya mencionada, y que no es de extrañar que se arrastratan dado lo cerca que estuvieron sus producciones. Aún Nick Park y compañía se encontraban dando sus primeros pasos en la gran pantalla, teniendo que adaptar su estilo narrativo al largometraje con una técnica de animación bastante laboriosa. Por ello no hay que restarles mérito y ver esta cinta por lo que es: entretiene bastante, hace reír y cuenta con unos protagonistas entrañables que hacen disfrutar de principio a fin, con guiños y pequeños detalles que hacen de Wallace y Gromit: La maldición de las verduras un deleite que aporta algo ligeramente diferente a lo que solemos ver estas fechas.

 

 

Deambulando por los animes de invierno 2019

¡Otra vez el invierno! Y si, sé que pasó hace un tiempo a esta altura, pero no quería dejar de comentar las temporadas anime de este año en el blog. La de invierno en particular acostumbra a ser mi favorita; quizá porque suele ser en la que cuento con el tiempo para ver más estrenos que en las demás, pues en el hemisferio sur nos asamos de calor en esos primeros meses del año, refugiándonos del sol sofocante bajo nuestros techos, listos para disfrutar de buenas series y películas. El año está comenzando, y muchos estamos ávidos de material nuevo, entusiasmados comentamos nuestros favoritos y anticipamos lo que vendrá.

Mi idea inicial era hacer un «regla de 3» como el año pasado, pero tuve un viaje de por medio que truncó esa posibilidad. Así que en su lugar, voy a recorrer títulos de mayor o menor repercusión, aprovechando que las series llegaron a su final o están cerca del mismo, para dejar conclusiones en vez de meras impresiones. No voy a entrar en detalles del argumento para que los rezagados – como suelo ser yo – puedan ver las que más les interesen en forma de maratón.

En líneas generales se ha sentido una temporada con un número limitado de estrenos destacados; sobre todo si pensamos en el invierno del 2018, en el que series que parecían tener propuestas simples y como mucho decentes nos terminaron encantando. Pero bueno, no es momento de comparar ni mirar atrás, así que pasemos a ver qué nos ofreció este primer trimestre del 2019. Aclaro que se me quedaron en el tintero Kaze Ga Tsuyoku Fuiteru o la segunda temporada de Mob Psycho 100 por que no pude seguir su continuidad, o títulos como Doukyonin wa Hiza, Tokidoki, Atama no Ue, más que nada debido a falta de tiempo y de interés.


Yakusoku no Neverland

 CloverWorks | Misterio, sci-fi, terror | 12 capítulos | Manga | ★★★1/2

Uno de los más esperados de la temporada, la adaptación del aclamado manga de la Shounen Jump nos trae una historia cuyo gancho no es tan desconocido para nosotros. Varios animes juegan con el contraste entre una estética inocente a modo de fachada que oculta (inicialmente) un fondo tétrico y amenazador. Más allá de las expectativas de los lectores del material original, el verdadero reto que enfrentaba a mis ojos Yakusoku no Neverland era construír una identidad que lo haga diferenciarse de otros shows de tono y gancho similar, y para lo poco que pudimos conocer de su mundo en doce capítulos siento que lo ha logrado.

En un principio, puede parecer que esta serie no arriega demasiado: los personajes tienen un carácter totalmente definido y reconocible desde el minuto uno, los primeros episodios se basan en una dinámica fija de estrategia, tensión y momento chungo y hay varios aspectos que la narrativa visual no deja de enfatizar, lo que le resta suspenso; sin embargo, la historia, plagada de misterios, peligros y sobre todo potencial, hizo que me quedara viendo. Es innegable el nivel de empatía que nos generan el trío de protagonistas y su orfanato de niños inocentes. Queremos verlos escapar, triunfar y conseguir una nueva vida sin miedo.

No obstante, por más que en Emma, Norman y Ray, con esa tríada tan llena de ternura, coraje y camaradería que forman, esté el corazón de la serie, para mí el verdadero protagonismo de esta primera temporada se lo robó la villana. Isabella es lo mejor de Yakusoku no Neverland. Tanto como personaje, con su historia y su mentalidad llena de complejidades y contradicciones, como en el rol de principal amenaza que se cierne sobre los niños de Grace Field House. Su presencia es esencial para este tramo inicial, donde las estrategias y las emociones convergen en un entretenido producto final.

Ueno-san wa Bukiyou

Lesprit | Comedia, romance, seinen | 15 minutos | Manga | ★1/2

El año pasado los animes cortos o de sketch superaron con creces las bajas expectativas que tenía, pues en general suelen ser series menores entre los estrenos. Con eso en mente, estaba muy predispuesta a ver qué proponía Ueno con sus inventos peculiares para el club de ciencias, y no pudo resultar más insípido.

La protagonista es irritante, con sus obsesiones extrañas para «conquistar» a Tanaka no saca ni una risita de mi. El resto del elenco van desde incómodo hasta aburrido, sin reacciones graciosas. Este anime pretende ser humor absurdo, pero fracasa porque no va más allá con la transgresión, o bien debido a que el diseño de personajes chibi no encaja demasiado con la premisa. Como notarán por mis palabras, llegar a los tres episodios fue un suplicio incluso con la poca duración de los mismos. Si te interesan este tipo de argumentos,  recomiendo probar con Karakai Jouzu no Takagi-san para una parejita escolar inocente, o Prison School que logra mejores gags.

Técnicamente no resulta desagradable, la paleta de color y el diseño de personajes es algo atractivo. Pero no compensa, Ueno-san wa Bukiyou no sorprende ni engancha. O al menos, no a mí.

Kaguya-sama wa Kokurasetai: Tensai-tachi no Renai Zunousen.

A-1 Pictures | Comedia, romance, escolar | 25 minutos | Manga | ★★★

Enamorarse, declararse y emparejarse.

Todos dicen que es maravilloso.

¡Pero es mentira! Los enamorados tienen sus posiciones. El explotado y el explotador. El sirviente y el amo. El vencedor y el perdedor.

Si quieres vivir de forma noble, no te conviertas en el perdedor.

¡El amor es una guerra! Pierde quien se enamora.

Kaguya-sama… ha sido el estreno que más me enganchó, en el sentido de que era el único que seguí religiosamente semana a semana. La premisa nos sitúa en un ambiente más que familiar: un colegio de élite, de esos donde todos los alumnos provienen de familias pudientes o son eminencias académicas. En un lugar como éste, la imagen es lo primordial y – como es de esperar – la mayoría de las veces engaña.

Nuestros protagonistas son los cabecillas del consejo estudiantil, la crème de la crème, por lo que deben estar a la altura de su reputación. Para ellos esas escenas tan propias del romance escolar suponen una vergüenza, una debilidad a evitar. Así que el orgullo descomunal de Kaguya y Miyuki los llevará a una batalla de egos de grandes proporciones  para lograr que el otro se confiese primero. Los episodios se componen de pequeñas historias, y en cada una se enfrentarán con estrategias enrevesadas para hacer caer al otro. Un Death Note trasladado a la comedia romántica, para resumir ¿Qué puede salir mal con una premisa así?

A pesar de ser la fórmula repetida durante toda la serie, la dirección épica y exagerada, sumado a unos secundarios que aportan frescura y muchas risas al dúo de protagonistas logran que no canse o aburre durante los doce episodios. No obstante, dista mucho de ser una serie redonda. Cuando intenta introducir aspectos dramáticos tiene resultados irregulares, sobre todo en los últimos episodios, donde parece metido con calzador. El cierre que procuran darle me dejó algo insatisfecha, pero no me impide recomendarla.


Y esas fueron las escasas series a las que les eché un vistazo el pasado invierno. Disfruté con ellas, aunque no hubo una que me tuviera fascinada de principio a fin. Comencé también Dororo, el remake del clásico que adapta la obra de Osamu Tezuka, que será comentado en la próxima temporada, una vez esté completo.  Hasta entonces, ¡a ver anime se ha dicho!

 

 

 

 

 

Recordatorio: This is (not) a hiatus

Quería hacer un acto de presencia aquí después de más de dos meses sin publicar. No, queridos lectores, esto no se trató de una pausa indefinida.

He tenido un viaje durante marzo, pero eso no me ha impedido ir trabajando con borradores. Muchos están prácticamente terminados, pero los exámenes que se acercan me quita tiempo para publicar las entradas. Dentro de poco aparecerá el comentario de la temporada animesca de invierno, una nueva sección que se llama Reencarnaciones, el próximo paso en la maratón DreamWorks y quizá un mix del primer trimestre del 2019.

Estén atentos, pues está bitácora no se va a quedar estancada mucho más tiempo. Va a ser un año complicado para publicar regularmente, pues esta vez tengo que hacer trabajos de escritura para la universidad, pero intentaré sacar algo cada tanto. Hasta entonces, a escribir se ha dicho. Stay tuned!

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[TAG] Los libros de mi niñez

Hace mucho tiempo que no hago un tag en Vorágine de Palabras, así que quería volver a traer este tipo de formato pero no de la forma tan limitada que suele adoptar (a mi gusto, claro). Así que, rebuscando entre diferentes blogs, encontré en el fantástico y personal blog de Coremi, Saltos en el Viento este dedicado a la lectura. Acabamos de pasar la Navidad y la noche de Reyes, fechas en los que la nostalgia está siendo moneda común, por lo que me pareció perfecto rememorar mis días de infancia con el tag creado por la misma Coremi para que contemos nuestras primeras aventuras entre páginas.

Como en un flashback les presento a la pequeña Faelyan, una niña que adoraba los libros. Para mi eran objetos sumamente curiosos, pues tenían la capacidad de transportarme a otros mundos mientras la pasaba mal en el colegio y me aburría en el supermercado. Me encantaba la sensación tan desconcertante que suponía dejar la lectura para volver a la realidad, todavía con mi cabeza en los personajes y sus peripecias. También disfrutaba de ir a las librerías, donde en la sección infantil encontraba bellas ediciones, de tapa dura y rústica, que con sus colores, ilustraciones y portadas me tenían embobada. Con el paso del tiempo, me dejaron de atraer las jugueterías, porque existían libros-objeto (como me gusta llamarlos), que eran tan llamativos e imaginativos como cualquier muñeco.

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Fuente: Saltos en el Viento

Como muchos otros niños, mis primeras lecturas no fueron a través de mis propios ojos, sino mediante las narraciones de mis padres. En VHS veía la mayoría de películas de Disney basadas en cuentos de hadas (mis padres me contaron que Blancanieves y los Siete Enanitos la veía varias veces cada día), por lo que también disfrutaba de escuchar las historias en su versión escrita. Tantas veces había visto las películas y escuchado los cuentos que en un punto me los sabía de memoria, contándoselos después a mi hermano pequeño. Se ve que mi gusto por ellos era tal, que el primer libro que me regaló gente que no fuera de la familia fue una versión de Pinocho que me dio la profesora de sala de 4 años.

Supongo que los cuentos de hadas son un primer acercamiento bastante común para los niños, y tenían la ventaja de que variaban poco a pesar de tener grandes cantidades de ediciones diferentes. Disfrutaba de las ilustraciones tanto como del texto. Y siendo honesta, me costó en un futuro engancharme con la saga de Harry Potter por la ausencia de las mismas. Mi mejor amiga – lectora más ávida que yo – me veía algo inferior por no aventurarme con «lecturas de verdad», pero jamás creí que un título fuera mejor por no contar con dibujos o detalles que la editorial incorpora.

Sabiendo esto no es de extrañarse que los primeros libros que decidí tener fueran de fantasía con ediciones cargadas. La única vez que algo relacionado a la literatura estuvo de moda en el curso al que iba fue cuando todos los niños de 7 años tenían la saga de Gerónimo Stilton. Había novelas que narraban las desventuras cotidianas de este ratón periodista con sus amigos y familia en Ratonia, pero las que más me gustaban eran las de su colección Viaje al Reino de la Fantasía: cuatro partes (que haya leído, luego continuaron publicándose más) en las que todo tipo de criaturas y locaciones aparecían, con mucha impronta del folklore de distintos países. Además tenían gran cantidad de preciosas ilustraciones, una tipografía llamativa y páginas especiales con olores. Años después quise engancharme con una saga spin-off de la hermana de Gerónimo, Tea Stilton, pero nunca lograron mi interés.

Italia tenía una fuerte impronta en el mundo editorial infantil, al parecer. No sólo la pluma tras toda la colección antes mencionada del ratón provenía de allí, sino que también dos obras importantes para mí tenían su origen en una escritora italiana: Elisabetta Gnone. Esta señora fue responsable de mi primer (y por ahora único) cómic occidental que me interesara para conseguir. W.I.T.C.H es ahora para mí un trabajo no muy distinto a los magical girls japoneses que veía en la televisión, pero echando la vista atrás creo que los personajes lidiaban con problemáticas más cercanas a los lectores adolescentes de ese entonces. No me quedó ningún ejemplar en mi estante, pero recuerdo con cariño las ocurrencias de Irma, la seriedad de Cornelia y esos trajes que seguramente serían muy incómodos para pelear.

Sin embargo, el trabajo de Gnone que me marcó y mi saga favorita de pequeña era Fairy Oak. Ambientada en un pueblo ubicado en un valle encantado, la historia desprendía fantasía clásica por los poros. Un hada niñera, llamada por una bruja para que se haga cargo de sus sobrinas: Vainilla y Pervinca Periwincle, gemelas que encierran la naturaleza complementaria de la magia, pues una es bruja de la luz y otra de la oscuridad. Es un lugar en el que la paz prospera entre magos de distinto poder, hadas, humanos sin habilidades sobrenaturales y un roble encantado. Sin embargo, acecha la amenaza sobre el mismo y las hermanas cuando un señor oscuro aparece para enemistar los bandos. De manual, ¿verdad? Más allá de ser convencional, adoraba ser testigo de las peripecias cotidianas de las niñas y sus amigos en el pueblito, desde ir al colegio hasta deleitarse con un pastel.

Además de la carisma de sus personajes y el encanto del valle, la edición era impecable. Con escasas ilustraciones cerca del texto, contaba con algunas páginas a color muy bonitas, de aspecto artesanal y antiguo. Acompañaba de maravilla a la sensación de inmersión en ese mundo tan simpático sin mucha floritura. Disfruté de su trilogía principal, que cubre el conflicto tan clásico entre el bien y el mal. Pero también me dejaron satisfecha los cuatro libros que, más que una continuación, daban más importancia a los secundarios y cerraba la infancia de sus personajes de manera sencilla y agridulce. Espero algún día reelerlos y descubrir esta historia desde otro punto de vista.

La última saga que me tenía obsesionada era la tetralogía de Emily The Strange. Un personaje nacido del merchandising que luego se convirtió en la protagonista y narradora de los libros en formato diario. Una chica de 13 años cuyas aventuras son mucho más bizarras que las de cualquier novela infantil: la chica lidia con una súbita amnesia, su propio doble malvado, una niña que le puede quitar su conocimiento y viajes a tiempos remotos.

Cargado de palabras absurdamente largas y enrevesadas, además de las ilustraciones y estilo devenido de culturas underground; me fascinaban tanto estos libros que comencé a escribir diarios sin ningún tipo de perseverancia sólo para imitar a este personaje. Se me hacía tremendamente cercana e incluso verosímil aún con tanta locura de por medio. Alguna vez durante la adolescencia releí la saga (cuyos tres primeros libros son bastante independientes entre sí), y la pasé tan bien con Emily como siempre. No será un gran personaje literario, pero siempre tendrá un lugar en mi corazón.

De pequeña pasaba mucho tiempo en bibliotecas. Tanto las escolares como la municipal. Apenas supe de su existencia, no pude evitar ir sólo porque adoraba las atmósferas que tenían. Podía hablar de libros con otros niños y recomendarnos títulos constantemente. Mi primer libro prestado de una de ellas fue el El Sobrino del Mago: el primero de las archiconocidas Crónicas de Narnia de C.S. Lewis.

812acwt2bc2lPor último, y un poco menos importante, están las enciclopedias no académicas. Guías que enseñaban sobre la ficción, sus arquetipos y todo lo que asociamos a la fantasía en todas sus manifestaciones. De criaturas mágicas y leyendas, me entretenían tanto como una buena historia. Muchas veces tenían bastantes dosis de comedia en sus entradas, aunque otras realmente buscaban informar.

La Guía Completa de Fantasilandia de Diana Wynne Jones con toda su sátira a los clichés propios de las novelas de fantasía, resulta tan divertida como inspiradora para crear mundos propios. Para más risas todavía, acudía al Monstruario de la argentina Liliana Cinetto. Plagado de chistes amenos para un publico más pequeño e ilustraciones de varios artistas, el estilo de la autora era bastante lejano a lo que uno espera del registro formal de una enciclopedia, lo que hacía su lectura más deliciosa.

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Si quería aprender leía La Guía Secreta de Harry Potter de El Cronista de Salem, un potterhead que recopiló todos los datos posibles del mundo mágico de J. K. Rowling en la era de los foros, cuando Pottermore no existía. También tenía en la estantería diferentes tomos enormes de mitología grecorromana y guías ficticias de magia para cuando jugaba a ser bruja.

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Y esos fueron los libros que más recuerdo de mis primeros años en este mundo. Hubo otros, entre ellos lecturas escolares y pequeños ejemplares en gallego que apenas tengo en mi memoria. Quise mencionar lo que más me marcó, y muchas de esas sagas y mundos ficticios hicieron mi infancia más feliz.

Espero que no se hayan aburrido con mi cantinela nostálgica. Saben que pueden contarme sus lecturas infantiles en los comentarios, y los dejo libres de hacer el tag si quieren. Eso sí, debo nominar aunque sea a dos personas cuyas respuestas me interesan muchísimo:

Ojalá disfruten haciéndolo tanto como yo. ¡Ahora toca volver al presente! Que hay muchas entradas que me quedan en el tintero.

Maratón DreamWorks 11: «Madagascar»

¿Alguna vez vieron una película que les dejó indiferente? ¿Que lo único que podían decir sobre ella era un liso y llano meh? Bueno, resulta que mi gran reto de esta maratón no era la anti-recomendación que supuso la anterior El Espantatiburones. Criticar una mala película no es complicado, los fallos son tantos y tan notorios que señalarlos es pan comido en comparación a intentar explicar por qué una cinta ni te va, ni te viene. No hay nada tan terrible en su metraje, pero tampoco nada lo suficientemente destacable para considerarla buena. En fin, en este onceavo paso por el recorrido DreamWorks tocará exprimirme algo el cerebro y plasmar mis impresiones tanto como se pueda.

2005 | Aventura, comedia | 1h 26min |Dir Eric Darnell, Tom McGrath| ★★1/2

Desde que era pequeña hasta la actualidad, una de las franquicias de más éxito de la productora es la de Madagascar: tres películas, dos series y un film spin-off. De todo eso (antes de la maratón, claro) sólo había visto la serie de TV Los Pingüinos de Madagascar junto a mi hermanito. Las cintas no me llamaban la atención por el diseño de los personajes, y cada vez que intentaba ver la primera de éstas me quedaba dormida de inmediato. ¿Me perdí de mucho? No creo.

La historia, sin embargo, puede resultar curiosa para el cine de animación. Un grupo de animales – león, zebra, jirafa e hipopótamo – viven tranquilamente en el zoológico de Nueva York. Mientras que el felino adora ser la estrella y principal atracción del lugar, su amigo zebra Marty no sabe si pasar su existencia en cautiverio es tan prometedor. Por una serie de eventos Marty escapa del zoo, y sus amigos irán tras él para hacer que regrese. Sin embargo, las cosas no salen como planean y acaban siendo llevados a la isla de Madagascar, donde la naturaleza a la que no están acostumbrados puede separarlos para siempre, pues el apetito de un carnívoro hambriento como Alex parece poner en peligro la vida de sus amigos.

Teniendo en cuenta que uno de los directores ha estado también a cargo de la maravillosa y divertida Antz, no es tan sorpresivo que en Madagascar se pretende jugar con la representación de los animales en la animación. Esa oscilación entre su humanización y su comportamiento animal es tan antiguo como el cartoon más clásico. Aquí la premisa parte de que el actuar como humano de estos animales se da por la domesticación que supone el zoológico, y tanto el conflicto como la comedia pasan por esta cuestión.

A lo largo de la cinta, hay gran cantidad de referencias a la cultura popular, como ya acostumbra a suceder en las películas de DreamWorks. El primer tramo de Madagascar es el más entretenido en mi opinión, con los mejores gags y la aparición estelar de los pingüinos, para muchos lo mejor de la franquicia (con mucha razón). Cuando llegan a la selva, en cambio, ya las risas disminuyen. El rey Julien y los lémures tienen potencial, pero nunca llegan a ser tan graciosos porque hay que resolver la cuestión del hambre de Alex. Y ésta no es lo suficientemente explotada como para mantener nuestra atención durante lo que resta de duración.

 

El conflicto entre el grupo de amigos, aunque curioso y poco visto en una película para toda la familia, no es suficiente para que Madagascar sea recomendable porque se queda en comedia para niños. A pesar de que es un elemento que puede divertir a los adultos, la cinta no sigue el camino de Shrek o la mencionada Antz desarrollando el humor negro relacionado a una trama como la presentada. Al quedarse en entretenimiento infantil pierde el potencial para entretener a más generaciones.

No tengo mucho más para añadir. Si te gustan las películas que van a lo seguro y tienen algo de humor escatológico y referencial, es probable que ésta sea de tu agrado. Es preferible verla en inglés, pues las voces de Ben Stiller, Chris Rock y muchos más comediantes la dejan mejor parada que los doblajes. Si no es tu estilo, entonces puedes saltearla sin remordimientos: ni los personajes ni los diseños son imprescindibles.

 

No tengo mucho más para añadir. Si te gustan las películas que van a lo seguro y tienen algo de humor escatológico y referencial, es probable que ésta sea de tu agrado. Es preferible verla en inglés, pues las voces de Ben Stiller, Chris Rock y muchos más comediantes la dejan mejor parada que los doblajes. Si no es tu estilo, entonces puedes saltearla sin remordimientos: ni los personajes ni los diseños son imprescindibles.

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Meh.

La próxima vez dejamos un poco (desafortunadamente no por mucho tiempo) el 3D para volver a la entrañable animación por stop-motion. Confío en que pasaré un buen rato.

 

Favoritos 2018

Sí, voy a empezar esta entrada diciendo lo mismo que todo el mundo: ¡este año ha pasado volando! ¿Con qué más puedo comenzar? Apenas pude publicar unas entradas, no completé la maratón DreamWorks ni analice doce parejas. Los meses volaban, y cuando me senté a escribir la Vorágine de Halloween ya hacía días pasó la noche de brujas. Lo mismo con los animes de temporada, no los disfruté mientras se emitían y menos me puse al día cuando ya estaban finalizados. Fue complejo compaginar el hobbie, el blog y mi inicio en la universidad, por lo que no podré hacer esos tops de destacados del año.

A pesar de tanta desventura con el calendario, he visto películas, animes, escuchado música y leído lo suficiente para echar la vista atrás y comentar por aquí lo más memorable, obras que me quedarán en la cabeza por mucho tiempo y que merecen ser recomendadas. Algunas ya las conocerán si fueron leyendo las publicaciones «mensuales» de los mix, y otras (qué sorpresa) ni me dio tiempo a reflexionar para exponerlas como es debido. Así que aquí van mis preferidos que haya descubierto este pasado 2018 a modo de resumen de mi año en términos de entretenimiento.


Coco (2017)

Recuérdame, no llores por favor.

… Ya estoy llorando.

Poco he visto de lo que la Disney y Pixar han estrenado en la gran pantalla este año. Siempre que quise aprovechar el tiempo libre para ir a la sala de cine, ya era demasiado tarde, las habían quitado de la cartelera. Siendo honesta tampoco me llamaron la atención lo suficiente como para preferir sus films a cualquier otro, a excepción de esta película.

Si bien la historia tiene muchos elementos ya vistos, y giros bastante predecibles en general, estéticamente es brillante. No soy una devota del 3D, y creo que la dupla Disney/Pixar está rozando una monotonía con sus diseños bastante decepcionante. Sin embargo, la ambientación ayuda mucho a que Coco llegue a destacar. La presentación de México, sin ser tan innovadora, es atractiva, interesante y no se siente como un homenaje a medias.

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Además que tenemos a Pixar haciendo lo que mejor se les da: construír momentos que producen emociones muy fuertes. Nuevamente traen una historia protagonizada por humanos, y no pudo funcionar mejor. La rebeldía de Miguel aprovechada para hablar de la familia, el olvido, el éxito y el perdón cuando se llega al último acto de la cinta sin por ello aleccionar a la audiencia de manera lisa y llana. Se permite reflejar la complejidad que adquieren este tipo de relaciones de una manera que podría funcionar sin la existencia de un villano (Ernesto de La Cruz es lo peor de la película sin lugar a dudas).

Los temas alrededor de los que gira, el abordaje aprovechando la locación los he apreciado más en el segundo visionado. No es una visagra de la animación, pero está bien contada. No la considero una obra maestra, pero los sentimientos a los que apela y su maestría audiovisual bastan para que se vuelva de mis favoritas de este año.

Monthy Pyton

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Para los lectores no debe ser novedad esta mención. Y es que descubrí el trabajo de este legendario grupo y no puedo sino recomendarlo. No por ello aseguro que guste, ojo. Es humor ligado a la tradición británica, que a veces es ininteligible para quien no está familiarizado con su idiosincracia. Como cualquier chiste, depende del espectador si le da gracia, pero Monthy Python’s Flying Circus dejó una impronta tan perceptible en la comedia Occidental (sobre todo televisiva), y el humor satírico de Life of Brian o Monthy Python’s Holy Grail, que compagina cuestiones sociales con parodias de géneros cinematográficos son imprescindibles para cualquiera interesado en la cultura popular. A veces muy surrealista e irreverente, otras muy ligado a su época, crearon un sello tan distintivo que pythonesque es un adjetivo reconocido en inglés.

Si les gusta el cine, la comedia, o incluso la cultura pop, consideren imprescindible ver algo de los Python alguna vez. Eso sí, no empiecen por The Meaning of Life.

Mary Poppins (1964)

Prácticamente perfecta en todo.

Hay películas que uno, las haya visto mucho o no, pertenecerán siempre a la infancia. Eso no quiere decir que si uno las vuelve a ver no descubra aspectos más bien dirigidos a adultos que antes no eran perceptibles a nuestros ojos jóvenes. Pero son obras que son nostálgicas, en el sentido de que nos hacen sentir como si fuéramos niños otra vez, que captan esa noción del tiempo tan diferente que teníamos en nuestros primeros años de vida, además de las explicaciones del mundo distintas a las que nos querían decir nuestros padres y profesores.

Todo el mundo tiene en mente ciertas ficciones si leen esa descripción, a los que les tiene muchísimo cariño. En mi caso, ese perfil corresponde a Las aventuras de Winnie the Pooh pensando en la animación y Mary Poppins teniendo en cuenta la imagen real. (Casualidad o no la música de ambos estuvo a cargo de los hermanos Sherman).

Por supuesto, no he descubierto este film en el 2018. Cuando era pequeña mi madre me regaló el DVD cuando le había pedido el de Heidi. No recuerdo que haya sido de mis predilectas de la infancia. Pero las canciones y ciertas escenas quedaron en mi mente. Este año se iba a estrenar una especie de mezcla entre secuela y remake, por lo que quise revisitar esta película, considerada por la gran mayoría como un auténtico clásico, y de las mejores de la compañía Disney.

 

Tras tanto tiempo sin verla, puedo decir que me ha encantado. El aspecto artístico, aunque algunos efectos envejecieron bastante, es impecable y mágico. Los fondos pintados a mano, las tomas de Londres de principios de siglo XX, el anochecer en los tejados. Son escenas que a todos nos gustaría visitar. Si sumamos eso a la música encantadora y pegadiza, que por cierto no se toma en serio a casi ningún personaje adulto, tenemos una obra audiovisual maestra.

No contenta con eso, Mary Poppins cuenta con actuaciones sumamente enérgicas y carismáticas, sobre todo de Julie Andrews y Dick Van Dycke. Hacen que el paseo que supone la historia sea tan divertido, que de vez en cuando dan ganas de volver a este mundo que entre la parodia, la magia y esos momentos tan espectaculares que tiene, se queda contigo. ¿Qué mas puedo decir de este film? Supercalifragilisticoespialidoso.

Once (2007) y Sing Street (2016)

Aún me falta una cinta para ver completa la filmografía de John Carney, un director irlandés cuya filmografía siempre gira alrededor de la música, pues él mismo es músico. Aún así, creo que con estas dos alcanza y sobra para saber las características de su trabajo.

Ambas tienen protagonistas que encuentran en la música el medio para expresar todos los sentimientos y sensaciones que no pueden decir con simples palabras, y que con ese descubrimiento buscan hacerse un sitio en la industria. Hay escenas que se disponen de forma parecida (pienso en los ensayos de los grupos, con padres que les llevan algo para comer mientras disfrutan de lo que hacen). Pero hasta ahí las similitudes. Y es lógico, no tanto porque Once sea una película independiente que roza lo casero y Sing Street sea mucho más comercial. En mi opinión, las premisas toman distintos caminos por la edad de los personajes y sus vivencias. Mientras que en la primera, los protagonistas que no tienen nombre están buscándose la vida como pueden mientras intentan vivir con un pasado que los acecha; la segunda refleja la ilusión del primer amor y el valor de la familia y los sueños en la adolescencia. Es lógico que entonces los tonos de Sing Street sean más edulcorados, idealizados, cargados de la influencia que tienen los videoclips y el cine en la mente de Connor. Todo lo contrario que su antecesora, que no deja de ser tierna, pero su honestidad añade una carga amarga y realista.

¿Por qué las estoy agrupando es este puesto entonces, si en líneas generales son obras que dejan un sabor de boca diferente? Carney sigue siendo el artífice de ambas, y aunque los medios que emplea en cada una son distintos, hay una sinceridad que desprenden las dos que es cautivante. Es sabido que al escribir tanto Once como Sing Street, añadió aspectos autobiográficos. Asimismo, los actores son en su mayoría desconocidos, siendo sus primeros trabajos para el cine, y todos músicos (se agradece tener escenas en las que se nota que están tocando realmente los instrumentos y no aparentando). Todo eso ayuda a sentir menos una manipulación – bastante común en géneros como el romance o el coming of age – y más una historia orgánica, verosímil, con las emociones a flor de piel y una pasión por la música totalmente presente.

HunterXHunter (2011)

Monstruos temibles, criaturas exóticas, vastas riquezas, tesoros ocultos, mundos de demonios, tierras inexploradas.

La palabra «desconocido» contiene magia, y algunas personas increíbles son atraídas a esa magia.

Ellos son conocidos como cazadores.

Bien, aquí estoy haciendo un poco de trampa. Todavía no he terminado este anime remake del manga de Yoshihiro Togashi a cargo de Madhouse. Sin embargo, he visto lo suficiente como para disfrutarlo infinitamente. Voy con calma, pues es un camino largo que quiero apreciar. No diré mucho más porque aún no la he finalizado como para tener impresiones generales, además de que le voy a dedicar una reseña completa. Simplemente estoy encariñada con sus personajes, y deseo ver más aventuras de Gon y compañía.

Los comienzos del Studio Ghibli

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Si siguieron la pista de este blog durante el año, quizá hayan visto que comencé junto con Darijosanatus, del blog Cuatro Torbellinos Parlantes una travesía por la filmografía completa del estudio liderado por Miyazaki y Takahata, dos de las mentes creativas más aclamadas de la animación japonesa. En el 2018 hemos llegado a ver cuatro películas de su haber: Nausicaä del Valle del Viento, El Castillo en el Cielo, Mi Vecino Totoro y La Tumba de las Luciérnagas.

Todos derrochan personalidad, estilo, personajes entrañables y registros diferentes. Si tuviera que destacar los que más me marcaron han sido las que componen la dupla que se estrenó hace treinta años: las aventuras de Satsuki y Mei con Totoro en el campo y el sufrimiento por la guerra de Seita y Setsuko. Dos historias absolutamente opuestas (y de cierta manera complementarias, si uno piensa en la dinámica de los protagonistas) que te llegan al corazón. Visualmente asombrosas, son joyas de la animación que cambiaron la perspectiva que tengo del medio. Si nunca las han visto corran a verlas, porque ambas son una experiencia que no se pueden perder.

Sin desmerecer por supuesto a la apocalíptica Nausicaä… con una protagonista de la que me gustaría haber visto más y la fantástica El Castillo en el Cielo, que te lleva por una aventura por los aires excitante.

A Place Further Than the Universe

Dentro de los escasos animes estrenados este año que he visto, esta producción de Madhouse dirigida por Atsuko Ishizuka ha sido mi favorita. Arrancando a la par que el 2018, dejó el estándar sumamente algo para que otra la desplazara. Nadie esperaba mucho de una serie aparentemente del montón de un grupo de chicas adolescentes que quieren ir a la Antártida. Semana a semana fue conquistando a la comunidad otaku, con la amistad tan enternecedora que gesta entre las protagonistas, los obstáculos y las emociones que van surgiendo con las que muchos nos identificábamos, además de momentos cotidianos en los que se desarrolla una dinámica entre los personajes creíble y entretenida a partes iguales.

Sin hacer uso del fanservice ni peleas forzadas para meter conflicto, Sora Yoori mo Tooi Basho es uno de los mejores títulos que el estudio Madhouse ha animado en el último tiempo. Ojalá que también otorgue un giro en las series cute girls doing cute things plagados de moe.

Gravity Falls (2012)

Al menos una vez por año intento hacerme un hueco para la animación occidental, que actualmente viene cosechando numerosos éxitos con humor inteligente y mundos sumamente creativos. Esta vez fue el turno de esta serie de dos temporadas creada por Alex Hirsch para Disney Channel.

En contra de todo prejuicio que uno puede tener para con la cadena de televisión que la emitió, Gravity Falls es un gran serie que puede disfrutar desde un niño a un adulto. Con sus referencias culturales, parodias, homenajes, humor y personajes que rara vez son queribles en series para toda la familia. Los hermanos Dipper y Mabel son excéntricos, inteligentes cuya relación de hermanos está excelentemente ejecutada y sus aventuras juegan con el absurdo en un pueblo que, para el final, uno sabe que va a extrañar.

Los escenarios y los secundarios están bien construídos. Y es divertida de principio a fin, permitiendo que incluso los villanos más amenazadores te produzcan carcajadas.

El estilo de dibujo que tiene no me llamó la atención en un inicio, pero coincide con la naturaleza de la serie, además del uso del color y las formas bastante interesante. Es una carta de amor a los frikis irresistible, una de las mejores de la década.


Y esos fueron mis favoritos del 2018, que no dudaría en ver otra vez en el futuro. Fue un año en el que no dediqué tanto tiempo a la ficción como hubiese querido, pero que cada minuto que pude ponerme con ello fue un deleite. Que tengan un buen comienzo de año, espero que Vorágine de Palabras pueda seguir creciendo regularmente este 2019. Nos leemos.

¿Qué sucede con los animes de temporada?

Como aniblogger, una de las mayores frustraciones que he tenido a lo largo de este 2018 ha sido la incapacidad de mantenerme al día con los animes de temporada. A excepción del invierno, los meses del año pasan sin que logre decidirme a ver algún estreno. Quizá uno o dos por temporada pasen por mi radar y logren llegar a la pantalla más próxima que tenga, pero confieso que me cuesta bastante estar al pendiente. Es un asunto personal evidentemente, pues en todo espacio donde la otaquería se reúna es un tema recurrente: redes sociales, eventos, grupos de amigos y la misma pregunta una y otra vez, ¿qué estás viendo esta temporada?

Mi visionado de HunterxHunter (2011) y el reto anual de animes me va a tener ocupada este último mes, por lo que dudo que logre llegar a hacer un balance sobre este año en lo que animación japonesa respecta. En gran medida me propuse cumplir el reto y ver todas las películas de Ghibli porque me interesa más ver producciones aclamadas de gran calidad (algunas incluso son obras maestras imprescindibles para cualquier experto) que jugar a la búsqueda del tesoro cada tres meses.

Es una cuestión que se presenta seguido entre los fans de este medio ¿Son ineludibles los animes de temporada? ¿Han echado a perder la industria? Quiero alejarme de preguntas tremendistas, teniendo en cuenta el lugar de los blogs (nuestro punto de vista, básicamente). Claramente, como todo hobby, su disfrute es tremendamente subjetivo. Así que incorporaré visiones diferentes. Como yo misma no soy una asidua de las temporadas, citaré entradas de otros blog cuyas miradas son interesantes; además de incluír planteos realizador por youtubers, que son en este momento más masivos que los blogueros. Sin perder, por supuesto, mi punto de vista (que sigue siendo mi blog por algo).

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Internet: la watchlist interminable

Por si eres un otaku recién llegado a esta afición (bienvenido por cierto), vamos a contextualizar un poco. Hace años, antes del anime ilegal online y los foros sobre Naruto, la única manera de disfrutar de una serie o película animada de Japón era necesario que los títulos pasen por numerosos filtros. Como no, primero tenía que emitirse en Japón. Luego era necesario que una compañía (generalmente de Estados Unidos o Europa) consiguiera la licencia tiempo después para poder transmitirla y finalmente ponerla en venta en VHS o DVD. Los shows que llegaban a las pantallas en este lado del mundo debían ser éxitos rotundos que dieran rentabilidad. Así que lo más probable era que los niños accedieran a varias obras a través de programación infantil (Pokemon, Sailor Moon, Sakura Card Captor), los mayores tuvieran canales que pasaran joyas de culto como Adult Swim o Locomotion (Cowboy Bebop, Neon Genesis Evangelion) o incluso estaban los directivos de televisión que entendían que «esos dibujitos chinos» eran únicamente para un público juvenil y hacían llegar a los niños series cargadas de ecchi (Dragon Ball). En resumen, tenías que consumir lo que terceros te ponían a disposición o vivir rebuscando en videoclubs.

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Obviamente, internet fue es un factor de transformación. Ahora incluso siendo un niño puedes elegir qué ver con las plataformas de streaming, si esa serie de los noventa que tu primo de treinta años tanto de muestra o Yo-kai Watch. Desde hace unos años vivimos de manera más similar a los otakus japoneses que nunca: podemos ver capítulos nuevos con horas de diferencia. Con una búsqueda rápida podemos disfrutar de cualquier serie o película anime que queramos. La variedad es abrumadora así como la indecisión, ¿qué ver primero? ¿cuál vale la pena? La respuesta puede residir en tus propios gustos, o – lo más probable – en el mismo internet. Las redes sociales se colman de comentarios, recomendaciones, memes, shipeos. Se nota cuando arranca una nueva temporada de estrenos y, antes de que la misma termine, ya estamos pendientes de lo que vendrá. Así que es probable que optemos por unirnos a la movida y no quedar al margen de toda la ola de hype (concepto que no es nuevo, pero que cobra una importante vigencia con todo lo que estoy describiendo). Listo, sabemos qué vamos a ver, ¿y ahora qué?

¿Ver o no ver? ¿Escribir o no escribir? Esa(s) es (son) la(s) cuestión(es)

Así como el hype, la comunidad otaku ha generado una nomenclatura en lo que a las temporadas se refiere. «Creo que la voy a droppear«, «yo aplico la regla de los tres episodios, así decido cuáles sigo»; nuevas formas de ver anime surgen como experiencia social. Aquí es donde entran los blogs, YouTube, AnimeAmino y todo el etcétera que quieran. Al igual que los cómics, parece que el anime ya se ha instalado por completo en la cultura popular, pero su masividad no se ve plasmada en la crítica «oficial» de los medios de comunicación. La misma ha incorporado la mención a películas de animación nipona gracias a su llegada a los cines (sobre para la temporada de premios occidentales si reciben nominaciones), el caso de las series es más variable. Siempre ha sido la gente aficionada la que ha diseñado espacios alrededor del manganime. Revistas, eventos, foros, blogs, videos de fans para fans, que generan una cercanía mayor.

Los blogueros sabemos que nuestras opiniones de los estrenos de temporada son leídas, quizá las entradas más gustadas por los lectores. Por ello, sentimos la necesidad/obligación/ganas – llamenlo de la forma que sea – de comentar de manera más rigurosa éstos, recomendando nuevas promesas con entusiasmo y desilusionándonos con otras. Como lectora, es agradable sentir que comparto el visionado con más personas (ni que decir de la opinión sobre las favoritas) y siempre intento leer las impresiones que puedo encontrar cuando ando desorientada. Esto lo expresa muy bien Wanda en su blog:

«No sabía que los japoneses lanzaban al mercado cada estación del año nuevos proyectos. Lo supe cuando entre al mundo de los bloggers, cuando empecé a seguir a algunas que otras personas y a leer sus impresiones semanales sobre los animes de temporada. La verdad, fue un mundo nuevo que descubrir. Es divertido poder saber qué opina otra gente amante del anime sobre las series que tu también estás viendo y que tal vez pensó o se dio cuenta de las mismas cosas que tú, después de todo, no creo ser la única que no encontraba en su entorno cercano gente que hiciese lo mismo y con quien poder tener conversaciones extensas del tema. (…) No creo que sea un secreto que mientras más series veas puedes atraer a un número mayor de lectores».

También Pauutopía, en respuesta a un tweet, me ha dicho algo similar:

Trayendo otro punto de vista, es cierto (esto desde un plano personal) que genera pereza o frustración escribir impresiones cada mes o semana sobre las nuevas series. No sólo porque esa agenda impide ponerse con las propias listas de pendientes que cada vez son más extensas, sino porque uno puede sentir que es fácil perder la originalidad con este formato. Con tantos puntos de vista circulando, se complica decir algo al respecto que no haya sido dicho antes. A eso, se suma el aporte de Sho-Shikibu:

Cabe aclarar que, así como es una solución para el espectador indeciso, cuando no viene una idea para publicar algo nuevo los comentarios de la temporada de turno vienen de maravilla. Todo hay que decirlo.

Pasan las estaciones, pasan los estrenos, ¿y los clásicos?

Otra cuestión que se menciona seguido es el lugar que ocupan las obras consagradas en las pantallas, ¿realmente se ven perjudicadas ante la novedad de los simulcast? Personalmente, opino lo mismo que afirma Arkada (del canal de YouTube Glass Reflection) en este vídeo. El problema no es que los clásicos pierdan su lugar como tal, pues siempre estarán ahí para el que quiera echarles un ojo. La pregunta es si los nuevos animes que salgan pueden adquirir la esa condición con el paso del tiempo. Esa preocupación proviene del bajón de popularidad de series como Shingeki No Kyojin o destacadas de años anteriores que no tienen más temporadas y que ahora se quedan en tierra de nadie ¿Alguien recuerda a Re:Zero? No hay tiempo, porque toca recibir la próxima estación y seguir el ciclo.

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Es sin duda un tema interesante. Yo me tengo perdido los animes más aplaudidos de los últimos años para ponerme al día con las temporadas varias veces, arrepintiéndome en el proceso. En el blog Dimensión Dandy hay toda una entrada sobre la escasa aparición de estrenos destacables en medio de un océano de clones mediocres que les recomiendo leer.

Por supuesto es una situación que genera modificaciones en la manera de producir anime. Arkada menciona a Boku no Hero Academia y Sword Art Online como dos casos de franquicias que no pierden atención estrenando arcos nuevos con poco tiempo entre uno y otro, manteniendo el interés de la audiencia. David por su parte destaca títulos de la talla de Ping Pong: The Animation, que demuestran que aún hay momentos de auténtica originalidad y personalidad en medio de la estandarización reinante.


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Me disculpo si la lectura de esta entrada fue densa. Espero que se entienda que sencillamente quise explorar una temática a la que le venía dando vueltas. No he tocado asuntos que también aparecen con frecuencia al hablar de las temporadas tal como la distribución del tiempo, teniendo en cuenta que es un hobby. A su vez he optado por no profundizar demasiado para no entrar en cuestiones de mercado que no interesan a una simple bloguera. Por internet hay mucha información al respecto si tienen curiosidad.

Ustedes, ¿qué opinan al respecto? ¿Qué lugar ocupan los animes de temporada en su día a día? La sección de comentarios está abierta a cualquier perspectiva.